*Por Marcelo Alberto Jiménez
“Cualquier vida, por larga y complicada que sea, en realidad consiste en un solo momento: el momento en que un hombre sabe para siempre quién es.”
Jorge Luis Borges.
Tal vez, para entender el presente del coaching, sea útil una mirada retrospectiva sobre lo que sucedía siglos atrás. En aquellos tiempos cuando una persona necesitaba orientación y guía para conducirse en la vida, recurría a un guía espiritual. En las sociedades tribales, esta guía la ejercía el chamán o gurú, que mediante el poder de su palabra, la ejecución de ritos y pócimas, lograba ayudar a su consultante. Esta función (aunque más sofisticada) aparece también en las tres religiones principales: el islam, el cristianismo y el judaísmo.
Tiempo después aparece el psicoanálisis con el fin de hacerse cargo de ser una guía a los difíciles problemas del hombre y la mujer de la época victoriana. La psicología en general, con sus diferentes formas de intervención busca de un modo u otro, ofrecer al igual que el sacerdote, el chamán o el rabino, una ayuda o guía para sobrellevar lo complejo que empezaba a ser la sociedad moderna.
Con el paso del tiempo, estas miradas clásicas fueron perdiendo peso, principalmente porque el hombre moderno, comenzó a buscar sus propias respuestas dejando de lado la entrega de soluciones empaquetadas en envoltorios de tradiciones, que ya no se ajustan a sus actuales deseos y necesidades. Dicho de otro modo, crece la necesidad de aprender el arte de vivir en lugar de recibir recetas de cómo hacerlo.
Mucha gente no cree (o desconoce) el coaching y lo coloca a la par del espiritismo porque, dicen, no es contrastable. En el amanecer de esta nueva disciplina, no estaba claro el alcance de su campo y navegaba sobre las olas de la psicología y la sociología, mientras sus detractores esgrimían que trataba de fagocitarse muchos hechos psicológicos individuales.
Veamos que podemos aportar.
Coaching es aprender sin ser enseñado. El coach te acompaña en un camino donde lo importante no es adivinar el futuro, sino crear y construir uno desde el presente. Un coach te invita a vivir proyectos ilusionantes, que concuerden con tus valores, y despierten tu creatividad, tu persistencia, tus dones y tus talentos.
El coaching, entre otras cosas, nos invita a vivir la emocionante aventura de descubrir realmente quienes somos, pero más importante aún, en quién somos capaces de convertirnos.
Un proceso de transformación constante, de crecimiento y de creatividad. Un procedimiento donde el lenguaje, la comprensión, las manifestaciones físicas y la empatía, entre otras, se entrelazan para conseguir el deseado estado de equilibrio o coherencia en los tres dominios del observador, esto es, cuerpo, emoción y lenguaje.
La razón no alcanza ya a explicar el mundo en que vivimos y es preciso recurrir a otros instrumentos. Y nuestra misión, como observadores inquietos, es tomar el pulso de quien acude a nosotros, “oprimiendo la muñeca con los dedos” y sentir el tenue murmullo de todo su universo interior.
Al estar todos inmersos dentro de un contexto de naturaleza irremediablemente cambiante, el asumir con responsabilidad el arte del no saber, es lo que nos permitirá reconvertirnos. La rapidez y la fluidez de los cambios nos obliga a adaptarnos, ajustarnos o reinventarnos indefinidamente, por lo que desaprender para aprender cosas nuevas y diferentes, es primario dentro de la vida y también dentro del coaching.
Ese espacio cautivante que se produce entre el nacimiento y la muerte, puede ser transitado de distintas y variadas formas, y aunque todos vivimos bajo el mismo techo, no todos tenemos el mismo horizonte.
Mientras haya alguien odiado, desconocido, ignorado, o confundido tendremos algo que hacer en la vida: acercarnos a él.
Estudió derecho y mediación (UNC – UBP);
Director Técnico Fútbol;
Coach Ontológico Profesional (UNC);
Coach Deportivo Certificado (IANLPAC);
Autor del ensayo: AMOR, HUMOR Y COACHING;
Co autor del programa: FORMACIÓN EMOCIONAL EN EL DEPORTE.;